jueves, 23 de agosto de 2012

Soy.

- No se puede si no relativizar el concepto de libertad y limitar la libertad a ese concepto mismo. Triste es la condición humana, presa siempre de la cárcel lingüística que nosotros mismos construimos. De este abstracto, no extraigo nada: yo mismo construyo mis cadenas con los recursos de mi mente. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene torturarme en este vaivén? 
- No puedo hablar de libertad mirándote a los ojos, porque me río de mi propio reflejo recluido en tus pupilas. Todo ha de tener unas dimensiones acotadas para no perder la cordura. Ni tú ni yo somos libres, pero aceptando mi condición me libero de la carga eterna del Yo, de la perpetua condena de la mente, espiral salvaje de complejidad y mugre fusionada. No me importa si soy o no libre, y de este modo, me sabe mejor el café por la mañana.
- No te eternices en tu esclavitud mundana. El dolor te pesa, enjuágate en el olvido matutino y deja de restregarte día a día en la negación de tu inevitable cambio. No dejes que las raíces de un dolor pasado se pudran bajo las plantas de tus pies. Poda tus miserias, no te estanques en la autocompasión. Alarga tu mano, encuentra otra mano y sigue caminando. Más allá, la primavera os espera.

- Moriré igual, moriremos todos, no puedo ahogarme en un vómito de dudas y preguntas metafísicas cuyo destino es el que siempre fue: el suicidio, o la muerte paulatina del yo sensato. De vez en cuando, necesito refugiarme en ese trozo de mi mundo. Es una necesidad inhumana, un ímpetu que solo puedo saciar dejando que mi mente me lleve a esos terrenos de bombas y resortes enfermizos. Pero así soy: al final, debo abrazar esta armonía, y volver a caminar. Ya no puedo prolongar ese estado de putrefacción; el dolor ya no es libertad, ni el horror única vía de escape.

- No sé a qué viene esto, será que el sentido de lo práctico ha ganado terreno en esta batalla de dualidad cósmica, supongo que en este conflicto eterno de mis yos, me quedo con la práctica, lo único que me conviene en este mundo.
- No puedo pretender extender mi visión más allá de estas manos, de estas piernas, de estos ojos, de esta piel. Solo sé que en algún punto ha de converger mi yo con el mundo externo, y ese punto de inflexión sea quizá la única tregua que me de la vida misma. Ahí está el equilibrio, y por debajo, por encima y a los lados de ese trazo, se encuentra mi eterno desequilibrio. No importa, pues ambos puntos están en armonía en algún frágil límite. No estoy condenada a ser lo que soy, sino que soy lo que soy, sin más. No soy solo un concepto, ni tampoco la suma de varios conceptos. Avanzamos ineludiblemente hacia algo que no puedo saber, ni quiero saber. Pedazo a pedazo, debemos (re)construirnos, crear la columna vertebral que nos mantenga hasta desaparecer completamente.

- Ya soy feliz en ese punto de inflexión de equilibrio, aunque al otro lado está mi otro yo. Ya soy feliz en esa línea de desequilibrio mental, aunque al otro lado está mi otro yo. ¿Y qué? En suma, soy libre porque acepto mi condición de eterna dicotomía y mi propia contradicción, y en medio de todo esto se encuentra el mar, el llanto, la eyaculación, el dolor, la felicidad, la vida entera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario