miércoles, 23 de enero de 2013

La Despedida.

Ha muerto algo en mí que debo enterrar a través de estas palabras. Me alejo de todo lo que un día fue, me marcho, pues ese es mi Destino. Me tengo que ir lejos, y no sé si volveré, porque supongo que más allá encontraré un refugio alentador. Abro mis ojos y no encuentro nada aquí, pero quizás allá lejos un reflejo me alumbre en esta oscuridad. No quiero despedirme, y me alegro que aún habiendo eviscerado mi ser ante él y ante casi todos los hombres que algún día amé, he guardado lo más íntimo y no lo he expuesto ante nadie; me han disparado, me han acuchillado, me han escupido, y ahora debo resguardarme del frío del invierno en esa mi intimidad, en ese trozo de mí inviolable que escapa a todo lo mundano. Es demasiado tarde, sólo me tengo que ir, dejarlo atrás todo y afrontar la verdad, esa única que está en mí y que nadie ha conocido. Nada importa, como puedo ver, ya nada importa para mí. Sólo me queda el porvenir, que lo es todo, y no es nada porque  sólo es una posibilidad, una duda, pero al menos, es. No me arrepiento de estar aquí hoy. Puede que sobreviva a través de la música, mi única salvación, o puede que no. ¡Adiós!

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