lunes, 1 de octubre de 2012

Me llamo Silvia.


Estos estados mentales que experimento son una bendición. La puerta se abre y yo paso. No veo qué hay más allá, pero es el único lugar donde jamás tengo miedo de lo que pueda encontrar. Y entonces, me doy cuenta de que aquí soy libre. Me siento y lloro, si es día de llanto. Me siento y duermo, si es día de sueño. Luego me levanto y vuelvo a atravesar la puerta. El otoño sigue. Yo te doy la mano, tú me das la tuya y caminamos juntos. El día es soleado, o nublado, o una intermitencia meteorológica que nos irrita. No espero nada. Mañana o quizás nunca la puerta se abrirá, y me sentaré de nuevo sola a plantar semillas, si es día de cultivar. Me sentaré y reiré, si es día de reír. Me sentaré y esperaré la nada, si es día de morir. Luego me levantaré y volveré aquí. Extenderé mi mano y tocaré la tuya. El otoño habrá pasado, o quizás no. Lloverá sobre nosotros, o quizás no. No querré volver, o quizás sí. Siempre podré volver a ese lugar, porque las puertas siempre permanecerán abiertas. El otoño sigue. Abro mis brazos y me atraviesa el mundo. También estoy bien aquí, a este lado de la puerta donde estoy entre los demás. Yo te doy mi mano y tú me das la tuya. Ya pasará el otoño.

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